Autor: Leonardo Díaz

Las redes sociales han incrementado nuestra capacidad de comunicación y de acceso a la información, pero, al mismo tiempo, han incrementado la propagación de las noticias falsas, las polarizaciones y los dispositivos de control sobre la ciudadanía. Estos fenómenos nos llevan a plantear algunos desafíos éticos que debemos abordar para el futuro de las sociedades democráticas.

En primer lugar, tenemos el reto de crear una cultura de actitud crítica ante Los bulos informativos o noticias falsas que circulan a través de las redes. Antes de la revolución digital, promover una actitud crítica se centraba en la capacidad de discriminar las afirmaciones contenidas en los libros y artículos. A partir de ella, el concepto de texto se ha ampliado a una diversidad de productos audiovisuales cuya estructura, agilidad y capacidad de gratificación sensorial dificultan la evaluación sopesada y racional.

En segundo lugar, sabemos que mucha de la información recibida por los usuarios es alimentada por los insumos que ellos mismos proporcionan al detenerse a visualizar un video, dar un “me gusta” o reenviar algún tema. Si un usuario tiende a identificarse con una determinada ideología política, será retroalimentando con videos de esa concepción del mundo. Esto crea un clima de confirmación de las propias convicciones que tiende a generar burbujas aisladas, cerradas y enfrentadas con respecto a quienes piensan diferente. En otras palabras, el espacio físico compartido que permitía la conversación crítica sobre los asuntos ciudadanos es reemplazado por una multiplicidad de espacios virtuales no dialogantes entre sí.

En tercer lugar, el mecanismo que alimenta nuestros gustos responde a un sistema algorítmico que incentiva a un hiperconsumo inconsciente. Por tanto, otro desafío ético importante consiste en resolver la tensión existente entre la libertad de mercado, el desarrollo tecnológico y el principio de autonomía.

De ahí que, como ha señalado el filósofo Agustín Domingo Moratalla, requerimos de una ética para la época de los algoritmos, una ética del cuidado que promueva la actitud crítica, dialógica y responsable.